Este es un tema con bastante controversia. Mucha gente opina que los gatos no se pueden educar, que son espíritus libres y que hacen lo que quieren, incluso me ha pasado ya varias veces de amigos que cuando ven que llamo a mis gatas y vienen, se sorprenden. Evidentemente, se trata de personas que no han convivido con gatos, y que el poco contacto que han tenido con ellos habrá sido con gatos callejeros. Claro, a un perro callejero le dices “Ven bonito, ven” y lo más probable es que obedezca, que corra a tu encuentro meneando la cola. Y con un gato callejero, la probabilidad de que haga eso es prácticamente nula. Por qué? Pues porque son especies diferentes, y su comportamiento también lo es.
Eso lo sabemos todos los que tenemos gatos, pero me ha sorprendido la cantidad de gente que eso no lo sabe, y la cantidad de gente a la que no les gustan los gatos, o peor aún, que les tienen miedo. A los gatos, se les ha colgado la etiqueta de “ariscos”, “independientes”, “traicioneros”… pero es que cuando acaricias a un perro y mueve su cola te está diciendo que le gusta, y en un gato, lo que te está diciendo es “me estás molestando”, y depende de la personalidad, (o como dice Carlos, el veterinario de Familias y mascotas felices, en youtube) de la gatunalidad de ese gato en cómo vaya a reaccionar. Depende mucho de la gatunalidad (la paciencia que tenga, lo miedoso que sea, si no se encuentra bien…) y de la educación que le hayas dado a tu gato, pero, por regla general, un gato te avisa siempre de que lo que estás haciendo, no le gusta o le da miedo. En casa, Goldie cuando le hacemos algo que no le gusta, sea achucharla de más o su humano pequeño favorito le hace rabiar, se va, aunque al rato vuelve por más, porque a ella le va la marcha. Antas sin embargo, maúlla enfadada y a veces nos da un manotazo (sin uñas) o marca con la boca (no aprieta, sólo hace el amago), cuando nos estamos pasando, pero eso estoy segura de que es porque es una gata noble, con su carácter felino fuerte y porque nos quiere, somos parte de su manada y ella es una gata dominante. Pero ojo, te avisa antes, está moviendo la cola, te está mirando con cara de “Señora mamá, para de darme achuchones que estoy muy agusto aquí en el sofá contigo y eres un poquito cansina, vale?” Yo dejo de achucharla y al rato vuelvo, porque me gusta, porque estoy «entrenando» su paciencia, porque quiero que su actitud ante lo que no le gusta algo sea como la de Goldie (lo evita) y porque quiero que sepa que la que manda soy yo. Esto es importante, casi todos los animales entienden muy bien el concepto de jerarquía, y a la hora de convivir con ellos, el que entiendan que los humanos de la casa están por encima hace que no haya malas experiencias, ni para nosotros ni para ellos. Muchos problemas de convivencia vienen de esto, de no enseñarles que nosotros les vamos a cuidar, a darles la comida, mimos… pero no cuando ellos lo exijan, si no cuando nosotros lo estimemos conveniente. Les hace sentirse mucho más seguros, protegidos. Otra cosa es la jerarquía que establezcan entre ellos… pero eso lo dejaremos para otra entrada del blog.
A mis gatas las estoy educando poco a poco, con el día a día, con mucha coherencia, constancia, paciencia y cariño. Por ejemplo, ellas duermen en la buhardilla, todas las noches, cuando nos vamos a acostar, las subo, compruebo que tienen agua y pienso, y cierro la puerta. Por la mañana, voy a abrirles y ya pueden bajar y estar por toda la casa (excepto mi dormitorio, por la alergia). Ellas ya saben que en cuanto me levanto del sofá nos vamos a la buhardilla de noche, sin excepción, así que ellas solitas se ponen en las escaleras a esperar a que las acompañe a dormir. Sin dramas ni intentos de no subir, porque como lo hago siempre, pues ya tienen el hábito. Al principio, por las mañanas, Antas, que es la Lady Gaga de mi casa, nos daba un concierto de maullidos para que subiera a abrirle, incluso aporreaba la puerta. Mi respuesta fue la misma que con mis hijos cuando se pillaban un berrinche por algo: IGNORANCIA TOTAL. Mientras estuviera maullando, no subía. Cuando paraba, esperaba cinco minutos, y entonces le abría. En una semana dejó de hacerlo, incluso los fines de semana, que me levanto más tarde, cuando subo está tan tranquila esperando.
No todo es tan fácil, lo de subirse en la mesa y la encimera de la cocina… ahí vamos, intentándolo. Las primeras veces, les decía NOOOO, y las bajaba, y ellas mismas ya se daban cuenta de que eso en casa no nos gustaba. Goldie más o menos lo ha asimilado, y muy pocas veces sube. Con Antas ya estoy aplicando la artillería pesada, le disparo con un spray agua, y ahora ya sólo con enseñárselo se baja, pero hay días (no sé si es que como tiene ya los 7 meses está adolescente perdida), que ni echándole agua se baja. Me mira con cara de: “Tú en mí no mandas” y se queda tan campante, así que llevo unos días que le doy con una revista en el culo, y no veas lo que protesta, me replica, pero al momento viene a darme un mimo, porque Antas es así, tiene su carácter pero lo compensa con ser una mimosa empedernida. Y así vamos con el tema de la encimera y la mesa, pero estas dos no saben con quién se han topado, a cabezona no me gana nadie.
Goldie tiene una manía, y es que le gusta trepar por nuestras piernas, y jugar con los pies; bueno, eso creo que le gusta a todos los gatitos, pero con Antas fue decirle NOO, dos veces, y lo entendió enseguida, pero Goldie sigue haciéndolo, a pesar de que la ignoramos y le decimos NO. Ahora estamos probando un truco que leyó mi hija en internet: Con los dedos en pinza, imitar una mordida, es lo que hacen entre ellos cuando no quieren jugar a pelearse. Y nos está funcionando, porque cada vez lo hace menos, aunque me da una pena la carita que pone! Porque en el fondo, lo hace para invitarnos a jugar, pero claro, a nosotros nos duele, y eso que aún es pequeña, pero siempre hay que tener en cuenta que ellas van a crecer y no les vamos a poder decir “Mira gatita, eso te dejaba hacerlo antes, cuando eras pequeña, pero ahora eres adulta y ya no te vamos a permitir ciertas cosas…” porque no lo van a entender, claro, por eso es importante ser coherentes con su educación, porque no van a ser capaces de entender que lo que antes valía ahora no.
De todas formas, no podemos olvidar que los gatos, gatos son, y tienen sus instintos. Mi gata Linda nunca se subía a la encimera, ni siquiera cuando había platos allí, sin embargo, me llevé una desagradable sorpresa la primera vez que dejé a descongelar pescado allí encima durante toda la noche. Estaba tapado, pero ella se las ingenió para comérselo y desperdigarlo por toda la cocina. Cosas de gatos… le pedí demasiado, fueron horas de tentación y al final, pasó lo inevitable. Con estas dos, de momento, cuando no estoy en la cocina, cierro la puerta. Así de fácil. Si estoy, se lo piensan a la hora de subirse porque ya saben que es algo que no me gusta, pero como las deje a sus anchas, sé que lo van a hacer, y no quiero.
En mi habitación no las dejo entrar, forma parte de mi tratamiento para la alergia, tener una zona libre de alérgenos en el que mi organismo pueda descansar, ya que al trabajar en casa, son muchas horas expuesta. Ellas saben que esa habitación existe, las he dejado explorar alguna vez por allí, incluso conocen el baño porque es donde las he bañado ya varias veces, y aunque no les debe traer buenos recuerdos, cada vez que nos dejamos la puerta abierta en un descuido, entran. Pero ya no hacen como al principio, que intentaban colarse como locas en cuanto abríamos la puerta, o lloraban cuando me veían entrar y no las dejaba seguirme. Es si no estamos delante, cuando lo hacen.

«La Sra. Mamá se ha dejado abierta la puerta de la habitación prohibida, vayamos a dormir un ratito a su cama que es tan blandita», eso debieron decirse la una a la otra el otro día, que nos las encontramos allí. Pues nada, no les reñí ni les dije NO, ni nada, porque no se les debe reñir o llamar la atención si no es en el mismo momento en el que lo están haciendo, no te van a entender. Les hice una foto, nos reímos un poco y les dije, «venga, pitufas, vámonos para fuera», sin más. Algunas veces cuesta que te sigan, como en esta ocasión, claro, estaban estrenando cama nueva y disfrutando del placer de lo prohibido y tal… Así que lo más fácil es que les enseñes algún juguetito, o hagas ruido con tus uñas en el marco de la puerta de la habitación de la que quieres que salgan y como son unos cotillas, pues salen a ver qué pasa y entonces aprovechas y cierras la puerta, así de fácil.
Recuerda, el gato debe estar haciendo eso que tú no quieres que haga para decirle NOO, no vale de nada que le riñas, y mucho menos le grites por algo que haya hecho en tu ausencia. Él ya no se acuerda, y no entenderá que llegues a su lado y le digas NOO si él estaba tan tranquilo durmiendo, o yendo a tu encuentro a saludarte.
Y tú? Haces este tipo de cosas para enseñarle a tu gato lo que te gusta y lo que no? Estás empezando a convivir con tu minino y tienes dudas en cómo educarle? Escríbeme, prometo contestarte lo antes posible, puedes suscribirte para que te lleguen mis entradas a tu email, y si te ha gustado, dale al «me gusta» que encontrarás aquí abajo. Gracias por leerme!