Una vez decididos por un gato de raza hipoalergénica, y puestos a contar con la ventaja de poder saber cómo sería de mayor, su carácter, etc…, nos encontramos con el bengalí, una raza que no conocíamos, ni siquiera de oídas. Su tamaño, el pelaje corto, increíblemente bonito, cariñoso, extrovertido, juguetón, todo lo que buscábamos en un gato lo tenía esta raza; nos encantó.
Tengo que reconocer que a mí lo que me importaba de verdad es que no me diera alergia; aunque fuese muy feíta la pobre, yo ya la quería, como cuando tenía a mis hijos en la barriga. Me daba igual, sólo quería que vinieran sanitos y ya está, peeeero, ya que podía elegir…
Si pones en internet comprar gato raza bengalí, lo primero que te sale son páginas de compra venta en las que salen gatitos estirados cual morcilla de burgos en azoteas, en jaulas, donde te decían que eran de pura raza pero sin pedigree para que saliera más barato y te entregaban los gatitos con dos meses o en cuanto comieran ya pienso. La verdad es que no me inspiraban ninguna confianza. Me puse a investigar sobre criaderos, porque lo que sí tenía clarísimo es que no iba a colaborar con personas irresponsables que mercadean con la vida de unos pobres animalitos, ni a arriesgarme a pagar por un gato de raza sin garantías de que lo fuera al 100%. Busqué en asociaciones felinas y allí encontré varios criaderos de bengalis que tenían página en Instagram donde se podía ver cómo se criaban allí sus gatitos. Me gustó mucho la página del criadero Bengal de Furias. En ella, pude ver a los gatitos jugando con niños, en diferentes habitaciones de la casa, con sus camitas, mucha higiene (tengo un poco complejo de Mr. Proper, y me fijo mucho en la limpieza). Escribí para preguntarle si tenía alguna hembra, y me dijo que sólo tenía machos en ese momento. Le expliqué por qué motivo tenía que ser una hembra, y castrada y me sorprendió que me dijera que ella tendría una camada para enero, pero que sabía de otro criadero que tenía una hembra disponible, Badi’a Bengal. Esto para mí es un buen indicador de profesionalidad, de buen rollo entre ellos, de que no están ahí a vender por vender. De nuevo busqué por internet y las fotos de su web y de Instagram me gustaron. Les escribí un whatsapp y fueron muy amables, me enviaron fotos de la gatita por la que pregunté, vídeos de ella y me explicaron sus condiciones de entrega. El precio me dejó un poco shockeada, la verdad, pero luego, analizándolo con calma, lo vi justo. La gatita te la entregan ya castrada, vacunada, con el microchip, con su transportín, un juguete y pienso para los primeros días. Conoces a sus padres y te garantizan que está libre de enfermedades genéticas. Lo que más me gustó es que me dijeran que ellos te la llevaban a casa, nada de enviarte a la gatita por mensajería. La idea de que la llegada a casa la hiciera habiendo sufrido miedo y ansiedad, por lo menos unas horas, no me gustaba nada. Y además, ya la había visto, y era taaaan bonita, era como una mini leopardita, con los ojos dorados. Brown spotted (se les llama así a los bengalís de color marrón con manchitas). Luego he ido aprendiendo sobre los colores que pueden tener, que son muchos y cada cual más bonitos.
Mi marido y yo no nos pudimos resistir. Como acababa de cumplir los tres meses, ya podían entregarla; antes no lo hacen los criadores responsables, los gatitos deben estar con su madre y sus hermanos mínimo hasta esa edad para una buena sociabilización: esto es muy importante.
Hicimos la transferencia del 50% de su precio y, quedamos en que en cuanto el veterinario le diese cita para operarla y pudiera viajar nos la traerían. Creo que me pasé los siguientes días mirando sus fotos y vídeos, de las ganas que tenía de tenerla ya en casa, jjjj.
Dos días antes de que llegase Goldie a casa, vi en su página otra gatita, esta vez no era una mimileoparda, era rarísima, con dos rayas negras muy grandes en el lomo. En la publicación, una chica preguntaba que si era también bengalí, y le contestaron que sí, que es otra variante de la raza que se llama Marble, porque tiene un patrón como de vetas de mármol. Me pareció muy bonita también, muy original y se lo puse. Al día siguiente, nos la ofrecieron, por ser hermana de Goldie por parte de padre, y estar ambas muy unidas. según ellos, casi todo el que se lleva a casa un bengalí, acaba repitiendo, por ser gatos que no les gusta la soledad, y para que estén más acompañados. No se nos había pasado por la cabeza tener dos, pero en ese momento mi marido me dijo: ¿cuál va a ser la diferencia? un poco más de comida, las vacunas, sí, pero aparte de eso, la ventaja es que se van a hacer compañía, jugarán entre ellas cuando a nosotros no nos apetezca o no podamos. Tenemos una casa muy grande, hay suficiente espacio para dos. Y toma ya, que debió ser algo así como la que va a la primera eco y le dicen que vienen dos. Pero si yo sólo tenía una cama, un collar y dos cuencos!!! Pues así fue como Antas llegó a nuestras vidas, sin pensar, pero tengo que decir que menos mal que vinieron juntas, porque la verdad es que se hacen mucha compañía, juegan mucho, entre ellas y con nosotros, y aunque durante el día suelen estar donde estoy yo, o alguno de nosotros, también hay ratos que están ellas a su rollo gatuno, jugando al escondite o durmiendo al sol del invierno.
Pues esta es la historia de cómo volví a tener gato en casa, os iré contando cómo me va con ellas, lo que aprendo y lo que aprenden Antas y Goldie. Sígueme, también puedes contarnos por aquí cómo llegó a tu vida tu gato, o si no tienes aún, y tienes dudas, preguntar, estoy dispuesta a contestar o ayudarte, en la medida que me sea posible, en lo que te haga falta. Y si te ha gustado, dale al «me gusta».